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Enseñar a codificar, ¿la nueva alfabetización digital?

Opinión 7 de Marzo de 2017

Por Fabio Tarasow

El debate y discusión sobre la importancia y necesidad de fomentar el aprendizaje de la programación (escribir el código a través del cual funcionan los dispositivos digitales y electrónicos) como contenido de la educación obligatoria, ha tomado ímpetu en los últimos meses. Se trata de una discusión importante a considerar en la agenda de las políticas públicas educativas. Sin embargo, en el fervor de las ideas, no hay que olvidar contextualizar el debate y tomar en cuenta lo que sabemos sobre educación y los sistemas educativos.

En el entorno en el que vivimos están cada vez más entrelazados  el mundo físico, la realidad social, los dispositivos electrónicos y el entorno digital. Estos últimos, que también  llamamos “espacios virtuales o digitales”, son espacios reales en los cuales tenemos interacciones reales y concretas con otras personas, con ideas, con instituciones, realizamos diferentes transacciones, construimos nuestra personalidad y mediamos la relación con nuestros cuerpos, entre muchas otras cosas. Conocer, entender y operar sobre el mundo que nos rodea, es parte de lo que se espera logren los alumnos en su paso por el sistema educativo.

Las preguntas son: ¿cómo definimos “entender el entorno digital”?, ¿cómo definimos “alfabetización digital”? ¿Es lo mismo? ¿La alfabetización digital se limita a conocer el lenguaje a través del cual se programan y logran secuencias de código exitosa para hacer funcionar los dispositivos digitales con los cuales interactuamos?

En el transcurso de la educación obligatoria, el currículo destina muchas horas a que los alumnos logren entender el mundo en sentido amplio: montañas, climas, historia de héroes y  batallas, órganos, cuerpos, instituciones…. Pero, si nuestro mundo está cada vez más conformado por lo que somos y hacemos en los entornos digitales, ¿no deberíamos también proponer que la comprensión del mundo incluya también entender la geografía, las montañas, las batallas, y el funcionamiento del territorio en línea? Porque ese territorio, el territorio digital, no es un mundo aséptico, neutro, sin conflictos. El mundo digital está fuertemente atravesado por tensiones, luchas y contradicciones. Es un campo de batalla que en ciertos casos extiende tensiones del mundo real y en otros genera nuevas batallas con nuevos actores, imperios, mares, piratas y villanos. Aunque el discurso que acompaña a la tecnología la presenta como un espacio sin poblemas que conduce de manera lineal al progreso y a un futuro tecnológico siempre mejor. ¿Cuánto tiempo dedican los currículos de la educación obligatoria a entender la historia, la geopolítica del entorno digital?

Entonces, nuevamente la pregunta: la alfabetización del siglo XXI, ¿es exclusivamente la programación? Considero que la inclusión de la programación como habilidad técnica debe estar enmarcada en el contexto de una discusión integral que abarque la formación del ciudadano digital, entendido como aquel que es capaz de entender y modificar la realidad, incluido también el entorno digital. La alfabetización del siglo XXI seguirá siendo la alfabetización de las letras y del abecedario que nos permite acceder a las ideas, expresar nuestro pensamiento construir nuevo conocimiento  elaborar argumentaciones y compartir el bagaje cultural de la humanidad.

Las líneas anteriores no deben entenderse como que no estoy de acuerdo en acercar a los niños y jóvenes al lenguaje de la programación. Me parece importante poder ofrecer a todos los interesados la posibilidad de desarrollar las capacidades para entender y modificar las líneas de código que le dan vida a cada vez más artefactos y dispositivos de nuestro entorno. Estas habilidades serían importantes desde el nivel de desarrollo personal, económico, institucional, hasta el nivel Estatal. Frente a los desafíos de la integración de la digitalización en los diversos aspectos de la vida es fundamental que un Estado Nacional cuente con la cantidad suficiente de personas capacitadas, que puedan dar respuesta a las problemáticas vinculadas a la seguridad, privacidad, desarrollo en entornos y dispositivos digitales. Y, no sólo sería bueno que exista una gran cantidad de profesionales, sino que además deben ser escuchados por las autoridades, a diferencia de lo que ocurrió y sigue ocurriendo en el debate sobre el voto electrónico en Argentina en 2016.

Entonces, sí, coincidimos en que es importante contar con más profesionales capacitados para escribir (entender y analizar) el código de las máquinas. ¿Se desprende automáticamente de esto que haya que incluirlo como contenido de la currícula obligatoria en las escuelas?

La respuesta no es sencilla. Que la programación sea parte de los planes de estudio no es una idea nueva. Ya había sido propuesta por Papert en los 80, cuando, acompañando los protocomputadores personales de la época, propuso la enseñanza del lenguaje LOGO como una forma de desarrollar el pensamiento de los alumnos. Es importante destacar que la propuesta de Papert hacía hincapié en los procesos metacognitivos involucrados al momento de operar y programar. El lenguaje computacional era un medio para lograr otro fin. Este argumento también es esgrimido por quienes proponen que la programación se enseñe en las escuelas. Pero lo que pasó (y que yo presencié en las escuelas) es que el medio se convirtió en un fin. Las dinámicas escolares terminaron alejando los objetivos iniciales de las propuestas concretas. Pocos alumnos lograron desarrollar las capacidades lógicas que se querían desarrollar y la mayor parte de los alumnos terminó operando mecánicamente la tortuguita (el cursor del programa LOGO), para lograr cumplir con las consignas y recibir la calificación para aprobar. Claro que, de los ejemplos que vi, no se puede concluir que las cosas se darían de la misma manera en la actualidad. Pero… tampoco habría obviar esta dinámica propia de lo escolar.

Hay otras preguntas que me surgen al pensar la incorporación en la currícula. ¿Qué profundidad podría lograrse? ¿Cuán significativo será ese conocimiento para los alumnos?¿Habrá que justificarlo así como “estudiá ahora y despues vas a entender la importancia”? ¿Tenemos la cantidad de docentes formados que puedan enseñar a programar no sólo como un fin en sí mismo sino como una forma de desarrollo del pensamiento lógico y abstracto? ¿La obligatoriedad es garantía de algo?

Entonces, si dentro de los planes obligatorios de educación no parece la mejor alternativa,  ¿dónde pues? Considero esto una excelente oportunidad para empezar a ejercer y ensayar nuevas formas de escuelas. Podríamos asegurarnos como sociedad, de que exista la posibilidad de aprender programación a cada vuelta de la esquina, al lado de cada potrero, en cada biblioteca, en cada club. El Estado podría garantizar que esta oferta se encuentre disponible para que todos los jóvenes interesados puedan encontrar los espacios y las posibilidades de desarrollar sus conocimientos. Podríamos ayudar, así, no sólo a generar una gran base de profesionales, sino también  a acercar a más jóvenes a comprometerse con su propio aprendizaje, a involucrar más actores en la educación y a pensar otras formas de escuelas que expandan la democratización del conocimiento.

 

 

 

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